viernes, 3 de mayo de 2013

Relación entre el balnearismo y el ferrocarril



La difusión de las propiedades curativas de los baños de mar comenzó en España mediados del siglo XIX, momento en que comenzaron a proliferar tratados con las indicaciones de cómo realizar los baños de mar y sus métodos de curación. Aunque surgieron diversos centros en las costas mediterráneas y atlánticas, el desarrollo principal correspondió al litoral cantábrico.
Todo esto tiene su gran apogeo cuando en 1888 se inaugura la línea de ferrocarril entre Bilbao y Portugalete (en la imagen de la derecha). Y es que a partir de ese momento iba a ser más fácil el acceso desde las localidades del interior a las playas de la Villa.
Sin embargo, la tarea no fue sencilla, y es que desde que en 1882 comienza el proyecto dirigido por el ingeniero Pablo Alzola, hubo que expropiar terrenos, sanear marismas y lidiar con otras líneas mineras que alargaron el tiempo de construcción de  la costosa obra.
El balneario de Portugalete ya antes de la aparición del tren tenía cierta fama entre los que se encontraban en el Cantábrico, ya que en el año 1876 se hizo un estudio que incluía todas las zonas de baño de este mar y esta concretamente contaba con la característica de rodearse de un ambiente selecto. Quedaba muy lejos de San Sebastián (25000 bañistas por temporada) o el Sardinero con 5000, ya que contaba con una media de 1300 visitantes, sin embargo el precio por alojarse allí era uno de los más elevados de todos, lo que remarca su categoría.

Su cercanía con Santurce que contaba con unos 2000 bañistas en esa misma época, podría indicar que le suponía cierta competencia a la hora de atraer veraneantes, pero la realidad es que a Portugalete se estimó que podían acercarse hasta 3000 personas debido al elevado número de viviendas vacías que poseía.
Además de eso, otro dato importante a tener en cuenta y que ya hemos mencionado antes, es el alto precio que suponía alojarse allí, que suponía según la segunda edición de la Reseña que: Portugalete es el punto de reunión de la buena sociedad de Bilbao, la morada favorita de verano y el centro de las fiestas”

Esta práctica llegó a regularse y a ser tan aceptada por las autoridades de la zona, que con la intención de evitar problemas (sobre todo escándalos), se sacó un bando municipal en 1878 con el cual el alcalde José de la Hormaza Esmorís limitaba sobre todo la posibilidad de enseñar ciertas partes no adecuadas en público. Además había advertencias sobre las zonas habilitadas para bañarse, o desde las que poder saltar, e incluso regulaban la arena que se podía sacar, pero la mayoría de normas iban dirigidas a la indumentaria y a evitar desnudos.

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